martes, 11 de septiembre de 2012

Algo de vos

No sé para qué ni por qué ponerme a pensar en lo que me gusta de vos... Sería más fácil decir qué no me gusta de vos, que es mucho menor... Aunque en realidad no lo sé, porque las cosas que no me gustan a la vez me gustan... Soy complicada, lo sé... soy mujer. 
Hoy hablaba con una amiga y me preguntaba si la inestabilidad no me generaba incertidumbre y de ahí que me puse a pensar que en verdad no. Soy una persona tan acostumbrada a tener todo "planificado", ideado, armado por así decir, que tener algo que me pueda sorprender resulta atractivo. Dicen que los polos opuestos se atraen... no sé si es tan así, pero en algunos casos, creo que puede ser. 
Me gusta cómo me haces reír en el medio de mis enojos o en el medio de mi llanto. Me gusta que a veces me hagas llorar para recordarme que no todo en la vida es color de rosa (porque a veces de tan enamorada no caigo a la tierra), me gusta que me pases a buscar y me digas "adónde hay que ir?". Me gusta que uses esos apodos conmigo que sólo vos usas y que cuando no los usas me hacen pensar que estás enojado porque es costumbre que me llames así tiernamente. Me gusta cuando a veces no te veo por unos días, porque te extraño y cuando te veo siento como si hubiese sido una eternidad. Me gusta cuando me contás cosas de tu vida cotidiana, y sobre todo me gusta escucharte hablar (aunque no por teléfono porque no me gusta hablar por teléfono con nadie). Me gusta mirarte a los ojos y que me hagas señas con la cabeza como diciendo "qué te pasa?". Me gusta que cuando estás serio o enojado fruncís los labios y se te hacen chiquitos y más carnosos que de costumbre y me dan más ganas de mordértelos. Me gusta tu cuerpo "tallado a mano en piedra cáliza"... si supieras lo bien que se siente verlo y tocarlo. Me gusta cuando a veces me ignoras... me hace desearte más y más. Me gusta cuando me preguntás cosas de mí (aunque a veces no te interesen), me hacen sentir que estás atento a mí y a mis ganas de hablar que nunca me faltan. Me gusta cuando tardas un siglo en alistarte y en ponerte lindo (más de lo que sos) para salir conmigo. Me gusta cuando me decís "en media hora estoy", y tardás más en llegar... La espera genera ansiedad, y la ansiedad más ganas de verte... (una vez leí una frase que dice "yo no llego tarde, genero expectativa", y te adjudiqué automáticamente a vos). Me gusta cuando me decís cosas para que me ponga celosa... porque aunque sabés que me vuelve loca, sé que te gusta que me ponga celosa con pavadas. Me gusta cuando me demostrás seguridad... cuando me decís "yo soy más hermoso", "él no tiene este lomo" o "te encanto, no?" (seguido de una guiñada de ojo, siempre). Me gusta cuando me cargás y en vez de enojarme termino riéndome como una boluda que soy. Me gusta cuando me explicás cosas que no sé y que las aprendo con vos. Me gusta escuchar tus anécdotas laborales, o del gimnasio o de tus amigos. Me divierto mucho con vos.
Me gusta mirarte. Sobre todo a los ojos. Esos ojos miel hermosos que tenés. Y tu sonrisa. Me encanta tu sonrisa y tus dos dientes separados. Me vuelven loca. Y el lunar de tu mejilla. Y tu voz... sobre todo tu voz. La voz que ponés cuando hablás por teléfono haciéndote el serio. Me gusta también cuando callás. Cuando estás pensativo y me hacés imaginar qué será lo que estás pensando. 
Me gusta dormir con vos. Que te den esas especies de descargas que te agarran mientras dormís que me sacudís toda y me asustás. Me gusta que me hagas cucharita cuando dormimos. Me gusta escucharte respirar. Me gusta verte dormir. Me gusta dormir abrazada al oso y pensar que te estoy abrazando a vos. Me gusta soñar con vos, aunque a veces tengo sueños feos, pero el pensar en perderte me hace valorarte más cada día. Me gusta cuando te perfumás y cuando llevas el aroma de tu piel que me encanta (no el olor a chivo, aclaro... eso mucho no me gusta jeje). Me gusta cuando te ponés ropa ajustada al cuerpo y se te notan los músculos que me hacen babearme... Me gusta cuanto te peinás los pelitos para arriba... me vuelve loca ese peinado... Me gusta cuando fumás y me tirás el humo en la cara. Me gusta verte en ropa interior. Me gusta cuando intentás convencerme para que te vaya a buscar algo. Me gusta que me des la mano cuando caminamos. Me gusta que me des besos en la mejilla (a veces, los prefiero en la boca igual). Me gusta que me abraces y más me gusta cuando lloro en tus brazos (si supieras la calma que se siente en medio de tanta angustia)...
Ahora que lo pienso... no sé qué es lo que no me gusta de vos... No quisiera volver a estar sin vos nunca. No sé si podría encontrar a alguien que me guste tanto como me gustas vos. No quiero encontrar a nadie más. Si supieras lo que daría por pasar mi vida entera con vos. 
Me volví estúpidamente cursi. Pero necesitaba comprobar que lo que siento por vos sigue intacto. Y lo descubrí. Cada día me gustas más. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

'True love is suicide'

Había estado evitándola porque no quería llegar a esa situación. No podía enfrentar esa situación. No se sentía verdaderamente fuerte para ello. Además de todo, no sabía qué era lo que haría frente a aquella situación.
Pero ella necesitaba verlo. Y ya no podía seguir evadiéndola. Así que cedió y se encontraron en un conocido bar del centro de la ciudad, cerca de donde ella vivía.
La saludó con cálido beso, pero no se dijeron más que "hola". El momento se hallaba incómodo para ambos, y por ello no sabían qué decirse. Ella estaba hermosa, como siempre, con su cabello radiante y brilloso, los ojos (aquellos que lo habían conquistado), negros como la noche resaltaban en aquel pequeño rostro de mujer-niña y sus labios se entreabrían de a ratos para suspirar, porque ella tampoco sabía qué decir. Pero no lo miraba. Bajaba la cabeza y de a ratos miraba hacia algún lugar. Pero su mirada no estaba como siempre. Tenía la mirada perdida y se notaba en ellos una angustia contenida. Era hermosa, no tenía dudas de ello. Sentía ganas de abrazarla, pero a la vez necesitaba contenerse porque si no pensaba en frío se desarmaba y se volvía débil nuevamente.
Finalmente, ella tomó coraje y rompió el hielo preguntándole que era lo que lo tenía preocupado.
Él tomó aire y cerró los ojos. No podía decirle todo de una vez. No quería lastimarla. Pero tampoco podía seguir pretendiendo que todo estaba bien. Así que de a poco fue soltándole las cosas que sentía y ella escuchaba atenta, callada y le sostenía la mirada perdida.
Él la observaba mientras se desahogaba, pero sabía que estaba subiendo la marea y que en cualquier momento se iba inundar aquella pequeña carita de lágrimas incontrolables.
No decía nada. Sólo lo miraba con cara de perro mojado y asentía a lo que él decía, lo que lo ponía aún peor porque sabía que todo eso la estaba lastimando, pero ya no podía callarlo más. Y cuando le pidió que hablara, lo único que pudo hacer fue bajar la cabeza e intentar ocultar las lágrimas (cosa que en verdad no le salió muy bien).
Se sentía tan despreciable. No quería esto para ella. Pero no podía evitarlo. Era algo que se les iba de las manos. Le pidió que por favor no llorara. Pero ella levantó su rostro bañado en lágrimas y esbozó una pequeña sonrisa. No quería que la viera llorar, pero no podía aguantar la tristeza que llevaba dentro. Le salía desde muy profundo de su pecho y lo único que quería era aferrarse a él y no dejarlo nunca más ir. Sabía que no quería otros brazos, ni otros besos, ni otras manos que la tocaran. Lo quería a él para toda la vida. Y él también a ella, pero sentía que ya no era lo mismo. Y no sabía exactamente bien lo que sentía, pero no tenía dudas de algo sentía por ella y la situación totalmente le estaba haciendo mal también a él. Pero necesitaba decírselo. Aunque no quería ni en ese momento ni en ese lugar, pero tampoco podía dejarla esperando más tiempo. Ella debia saber lo que pasaba para intentar entenderlo. Y porque ella no se merecía sufrir. Necesitaba aclarar su cabeza, pero no podía más de verla así.
Caminar un rato en silencio y sólo se oía el sollozo de la muchacha, que intentaba disimularlo pero no podía. Y él se sentía miserable. Y culpable. Aunque sabía que no lo era, pero no podía dejar de sentirse así. Ella se detuvo un momento para encender un cigarrillo. Le temblaba la mano. Al verla, no pudo hacer otra cosa que estrecharla entre sus brazos y decirle que no todo estaba perdido, que sólo tenía que decirle lo que le estaba pasando. Y ella lloraba. Se aferraba a su pecho como un niño a su peluche. Y lloraba. Lloraba como nunca antes él la había visto llorar. Y acariciaba su cabello con ternura y angustia. Sentía ganas de llorar. Pero no lo haría. No delante de ella. Necesitaba mostrarse fuerte, no podía flaquear. Pero la necesitaba. No quería estar sin ella. Sabía que no iba a encontrar otra como ella. Podría haber muchas, pero ella... ella era especial. No podía negarlo.
Qué mierda era el amor.

sábado, 8 de septiembre de 2012

It's me against the world

Otra vez un nudo en la garganta. Otra vez la misma sensación.
A veces no entiendo por qué creo esta barrera para que el mundo no se me acerque. ¿A qué le tengo miedo? Ya debería ser más fuerte. ¿Por qué no puedo avanzar con nada? ¿Qué es lo que me pasa por dentro?
Me siento sola. Y lo estoy. Lo estoy porque lo necesito. Porque necesito encontrarme conmigo misma, porque no quiero ni puedo abrirme al mundo otra vez. ¿Por qué? ¿Desconfianza, inseguridad, miedos, presentimientos? Quién sabe! Lo cierto es que he creado un muro delante mio y es lo único que me protege.
¿De qué? ¿De la mentira, del engaño, de las verdades ocultas, de la traición de la gente, de la ignorancia? Quién sabe! Lo cierto es que permanezco detrás del muro y me tomo de las rodillas encogida como un niño pequeño que se refugia ante la soledad misma.
No estoy verdaderamente sola. Y lo sé muy bien.
Pero así y todo, lo que tengo no me alcanza para ser feliz.
¿Y qué es la felicidad? ¿Tener una pareja estable, un proyecto de vida, dinero, plata, viajar, tener hijos, un trabajo estable, trabajar de lo que a uno le gusta, alcanzar sueños? Quién sabe! Lo cierto es que para mí la felicidad no es algo alcanzable.
Y me fundo en la teoría platónica para creer en esto: la felicidad pertenece al mundo de las ideas; es algo que no pertenece a la tierra. Por lo tanto creo en momentos felices. Pero no en la felicidad como una forma de vida. No se puede "ser" feliz. Se puede "estar" feliz, pero nadie es realmente feliz. Al menos eso creo yo.
Una vez una chica me preguntó "Vos sufrís?"... Y yo pensé... ¿y quién no? Todos sufrimos de alguna u otra manera. Cada uno tendrás sus motivos, algunos serán más graves que otros y por eso minimizarán los problemas ajenos en algunos casos. Pero todos sufrimos algunas veces.
Pero en estos momentos siento un vacío dentro que no sé cómo calmar. Intento ver las cosas con color pero sólo veo todo negro. Hay algo en mí que no me está dejando avanzar y no puedo descubrir todavía qué es.
Y la puta que me la está haciendo pasar mal!
Necesito irme lejos. En lo posible sola. Aclarar mi cabeza. Escuchar mi mente. Conectarme conmigo. Despejarme. Relajarme. Descubrirme. E intentar abrirme nuevamente al mundo.
No puedo ir contra él.


jueves, 10 de mayo de 2012

It's amazing... ♫

La obsevaba con disimulo mientras sonreía con sus amigos.
Ella, sentada en la otra esquina de la mesa, cuchicheando con las otras muchachas, tan locuaz, tan suelta, tan risueña, tan natural como era ella.
No podía escuchar de lo que hablaban, lo hacían como lo hacen las mujeres, que entre ellas solas se entienden, puesto que no estaba tan lejos pero apenas entendía palabra alguna de lo que decían. Pero sonreían. Gesticulaban, y todo lo hacían con finura. A decir verdad, casi ni les prestaba atención a las otras, y en cuánto podía le echaba un vistazo sutil y no podía evitar que miles de sensaciones le recorrieran el cuerpo.
Ahí estaba, perfecta para él, tranquila, elocuente, simpática, agraciada, sonriente. Adoraba su sonrisa, la blancura de sus dientes, la frescura de su aliento. Y también sus labios. Los finos labios superiores que de tanto en tanto se enchaban para formar una delicada sonrisa extendida hasta sus cálidas y suaves mejillas.
Y aquellos ojos... esa mirada penetrante que la caracterizaba. Unos ojos que intimidaban si se les sostenía la mirada por mucho tiempo. Una mirada tan firme, tan fuerte, tan poderosa. Comunicativa, radiante, cautivadora. Nada podía compararse con la felicidad, como cuando aquel delicado rostro lanzaba una mirada cómplice hacia él y le sonreía con ternura.
Él se sonreía también al observarla, y ella en seguida volvía la cabeza hacia las otras muchachas que le daban conversación. De tanto en tanto, la miraba. Hablaba con los demás, pero la miraba. No podía dejar de mirarla. Ella era todo para él. Era su vida, su otra mitad, otra parte de sí. No podía describir la infinidad de sentimientos que le provacaba aquella mujer. La amaba. La amaba con locura, con pasión, con fervor.
Quería estrecharla entre sus brazos en aquel instante. Cabía tan perfectamente en sus brazos cual pieza de rompecabezas. Pero aquella pieza no era como todas las piezas comunes... aquella era frágil, como un cristal que debe tomarse cuidadosamente porque puede romperse con el sólo roce del suelo. Y él, era su protector, su guardián, su héroe.
No había nada que disfrutara más que contemplarla. Y saber que era suya. Toda suya. Que la amaba y que así mismo, ella le correspondía.

sábado, 5 de mayo de 2012

A la medida

El sonido del timbre la sobresaltó. ¿Quién podía ser a esas horas de la noche?
Se asomó a su ventana y no pudo dar crédito a lo que sus ojos veían.¿Qué hacía allí?
El corazón comenzó a latirle alocadamente. Respiraba con dificultad.
¿Atendería?
El sonido se repitió nuevamente.
Cerró los ojos y suspiró.
Se miró al espejo y observó su estado: pelo revuelto, remera rota, maquillaje corrido, short muy pequeño y sin sostén.
No podía salir así a la calle. Se arregló un poco el cabello, se vistió en lo posible decentemente sin parecer arreglada y con unas ojotas se apresuró a bajar las escaleras.
El timbre volvió a sonar.
Abrió lentamente la ventana y allí lo vio; triste, desesperado, agitado, preocupado, perdido.
Se llevó un dedo a los labios y le hizo señas para que hiciera silencio.
- Ayudame a salir por la ventana.- le susurró.
Le tomó una mano y pasó su cuerpo a través de las amplias rejas de la puerta. La sostuvo en sus brazos y no pudieron evitar sostenerse las miradas el uno al otro.
Sacudió la cabeza y entornó un poco la ventana para luego poder entrar de la misma manera. Se acercó a él y lo alejó un poco de la puerta.
- ¿Qué se supone que estás haciendo acá? Te dije que no vinieras, te dije que no quería verte.- dijo en tono de reproche.
Él se encogió de hombros.
- Te dije que NECESITABA verte.
- ¿Y todo lo que yo necesitaba y nunca me diste?
- Bueno, pará... Recién llego, no me atormentes. No la estoy pasando bien.
- No entiendo qué hacés acá.
- Vine a hablar con vos.- le dijo.
- No tengo nada más que hablar.- intentaba mostrarse enojada, distante, fría.
Pero sus esfuerzos eran en vano, con cada sonido de su voz, con cada mirada, con cada roce de su cuerpo con el suyo se estremecía más y más y todo aquel enojo, esa distancia, esa frialdad parecía apagarse poco a poco, y sentía que su corazón se encendía y volvía a latir.
¡Estúpido! ¡Estúpido y masoquista corazón! ¿Por qué todavía lo amaba?
- Pero yo sí. Necesito que me escuches. Que me entiendas, que me dejes explicarte.
- ¡No tenés nada que explicarme! ¡Ya está!
- No, no está nada. Tenés que escucharme. Después sacá tus conclusiones, reprochame lo que quieras, decime lo que quieras, pero necesito que me escuches.
Ella suspiró.
- ¿Por qué hacés las cosas más difíciles?
- Porque no puedo ni quiero vivir sin vos.
- Sí podés, y veo que bastante bien lo hiciste.
- No digas eso... no es así.
- Sí, lo es. - dijo intentando parecer aún enfadada.
- ¡No! ¡Escuchame! ¿Por qué pensás que estoy bien? No lo estoy, para nada.
Ella lo sabía. Lo conocía. Observaba su rostro y era como un cristal, podía ver su alma. Y estaba sufriendo. Y ella odiaba verlo sufrir. Más si era por su culpa. El sentimiento la estaba atormentando. Tenía ojeras, la mirada perdida, los ojos vidriosos. Jamás lo había visto de esa manera. Y le dolía el alma verlo así.
No podía sostenerle la mirada porque si lo hacía, moría de compasión y ternura, y sentía deseos de estrecharlo entre sus brazos. Pero no podía hacerlo, no podía flaquear, necesitaba mostrarse firme, necesitaba demostrarle que era fuerte.
Le dio la oportunidad de hablar. Lo dejó expresarse mientras evaluaba todos sus gestos buscando en ellos la verdad: y allí estaba; abriéndose completamente para ella, siéndole sincero, expresándole todos sus sentimientos, su dolor, su angustia, sus enojos, sus frustraciones, sus actos estúpidos e irrazonables. Pidiéndole disculpas, clamando su compasión, pidiéndole redención.
- Por favor, no puedo más sin vos.
- ¿Y todo lo que yo pasé? ¿Lo que yo sufrí? ¿No importa?
- ¡Sí que importa! - gritó desesperado.- ¡Pero necesito que entiendas que no fue decisión mía! No me dejaste alternativa. Me dejaste solo.
- Y vos no hiciste nada para cambiarlo... - le dijo algo molesta por el reproche.
- ¿Me hubieras dado la oportunidad? Parecías muy decidida.
- ¿Vos pensás que yo quería eso? ¿Que yo estaba feliz con la decisión? No, mi amo- se interrumpió en cuánto se dio cuenta de lo que había dicho. Bajó la cabeza y se ruborizó.
Él le observó entreabriendo los labios. Un halo de esperanza iluminó sus ojos. Acercó su mano a la de ella y la tomó entre las suyas.
Ella no las quitó. Cerró los ojos y apretó fuerte las de él. Y luego de un suspiró dejó rodar las lágrimas por sus mejillas.
Al darse cuenta, le rozó el rostro con sus manos para quitarle las lágrimas que corrían por allí.
Abrió los ojos y se encontraron con los suyos, ahora esperanzados, algo ilusionados, pero aún tristes.
- Démonos otra oportunidad. - le dijo como un ruego.
Ella se mordió los labios, sin quitarle la vista de encima.
- No quiero volver a sufrir.
- Eso no va a pasar. Te lo prometo. Pero, por favor. No me dejes solo. Te necesito conmigo.
Su cabeza le daba vueltas. Todo el enojo, la ira, la decepción y la frialdad que había intentado mostrar se había fugado en cuánto sus manos sostuvieron las suyas.
Ella pertenecía a él, encajaba perfecto, sus manos correspondían a las suyas. Sus ojos se reflejaban en los suyos. Eran uno para el otro. ¿Cómo podía negarse?
La tomó de la barbilla y levantó su rostro, ahora inclinado hacia abajo.
- Te amo.- le dijo mirándola a los ojos.
Nuevas lágrimas comenzaron a caer por los suyos, y echándose a llorar, lo abrazó con desesperación.
La fuerza con que aquellas almas se aferraban era indescriptible. Parecía que habían estado presas durante años y al fin hallaban la libertad en los brazos del otro. Mientras ella continuaba llorando, él acariciaba su pelo y contenía sus lágrimas. El calor de sus cuerpos era cálido y acogedor.
Y así se mantuvieron por un rato, sin decirse una palabra, sosteniéndose el uno al otro, escuchando sólo el respirar de cada cual. Sintiendo cómo el amor que aún se tenían los reconfortaba y aliviaba todas sus penas.

domingo, 22 de abril de 2012

Trust no one

Sigo sin aprender a callarme la boca. Me sigo amargando por cosas que no debo.
¿Cuándo voy a aprender a no confiar en la gente? ¿Cuándo voy a asumir lo que creo de la gente? Pienso que más gente conozco, más extraño a mi perro. Pero me sigo equivocando con las amistades. Me sigo equivocando al confiar en la gente. Al encariñarme con alguien que no resulta ser como uno pensaba.
Al final, todos muestran la hilacha.
No entiendo la competencia de las mujeres. Simplemente no lo puedo entender ni explicar. ¿Qué necesidad? ¿Para qué quieren ser más? ¿Por qué tanto complejo de inferioridad que todo el tiempo tienen que estar buscando ser mejor que el otro, pisar cabezas, criticar? Es fácil criticar. (Y divertido, diría Homero). Pero aún así, no considero justo que lo hagan. ¿Por qué en lugar de hacer una telenovela de algo que pasó no hablan las cosas con quién tienen que hablarlas? ¿Por qué en vez de dejarse llevar por los cuestionamientos que le hacen los demás, por las cosas que escuchan, leen, les cuentan, no preguntan cuál es el problema a quién tienen que preguntarle? ¿Por qué a ese tipo de personas no se les puede decir nada que en seguida se ofenden y no son capaces de hacerse cargo de las cosas que dicen y hacen?
No voy a entendern nunca a las mujeres.
No me gusta el puterío. Trato de no meterme. Pero cada vez pienso más y más en que hay que hablar sólo lo justo y necesario... A mí me gusta hablar, no lo voy a negar. Pero a veces, con ciertas personas tenés que tener mucho cuidado y seleccionar muy bien las palabras objetivamente para que no se transgiversen luego las cosas y no haya lugares a dudas posteriores. De todas maneras, si alguien le quiere buscar el pelo al huevo se lo va a encontrar. El tema es que a veces uno cree que habla con alguien de confianza y luego se da cuenta que esa persona no era digna de fiar, y te clava un puñal por la espalda, habla demás y arruina las cosas. Y en lugar de hacerse cargo, se hacen las mosquitas muertas.
Conclusión 1: no se puede confiar en nadie.
Conclusión 2: necesito otro perro para poder hablar, contarle mis problemas y abrazarlo cuando estoy mal.
Conclusión 3: nunca se termina de conocer a las personas.
Conclusión 4: necesito escribir por acá más seguido, a fin de desahogarme, hablar todo lo que tengo que hablar, todo lo que me gusta, todo lo que quiera decir sin que nadie me critique o haga juicios de valor sobre lo que digo, pienso, escribo, hago, etc.
Conclusión 5: soy un hombre frustrado. No tendré pito, pero me siento un hombre a veces. No me llevo con el género femenino.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Yo, argentino ¿no?

Estoy indignada. Indignada y frustrada.
Por un lado con el gobierno. ¿Cómo puede ser que después del aumento a los diputados de más de un 100% del sueldo no quieran arreglar con los docentes un 29% porque es irreal? ¿Dónde estamos, en el reino del revés? ¿Qué esperar de un país donde se menosprecia a la educación, donde hay que vivir haciendo paro, reclamos y luchando por lo que nos corresponde TODOS los años, viviendo la misma historia? Y claro, si la educación no es importante. Es mejor no educar. No enseñarles a pensar, porque cualquier persona que piensa no se arregla con 2 choripan y una gaseosa, y no se arregla con un plan trabajar en el que te pagan por rascarte a veinte manos y no hacer nada para merecer el sueldo que te pagan. En un país donde se fomenta la vagancia, donde hoy tener un título ya no sirve de nada, porque total el gobierno te mantiene. Y los pelotudos que trabajamos mantenemos a todos los vagos que se benefician de planes del gobierno que en lugar de hacer cambio, les regala cosas. No digo que no tengan derecho a tener plata. Pero que esa plata se la ganen . Que hagan algo para conseguirla. Que paguen impuestos como pago yo. Ellos no tienen una casa, pero el gobierno se las regala. Y yo ni trabajando 20 años puedo comprarme una casa porque el precio es una locura. Claro, total la boluda trabaja y tiene que pagar el alquiler, además de los impuestos y seguir viendo que incrementa el precio de todo, pero mi sueldo no. Esto es Argentina. Y es una vergüenza.
Por otro lado, estoy indignada con la forma de la Educación de este país. Tanto la pública como la privada. De la pública critico la manera de entrar: es injusto que una persona pase toda su vida haciendo cursos de 0,34238432 centésimos para poder acumular puntaje y ver si conseguis una suplencia (de 2 meses con muchísima suerte, porque como mucho son 2 o 3 días cuando recién empezás), que te la paguen después de 2 meses y encima esperar a ver si te llaman en algun momento de otra (Y NUNCA vayas a decir que no podés porque olvidate... no te llaman NUNCA más). Uno no puede vivir esperando a ver si lo llaman. ¿De qué vive? ¿Del aire? No me parece justo. Eso debería cambiarse. Pero el problema es que si se cambia ¿Cómo entrarían a trabajar? ¿Como en los colegios privados? No, peor.
Lo que le critico a la educación privada es que tengas que ser "conocido de" para poder entrar a trabajar a un colegio. ¿Por qué? ¿Qué pasa si no conoces a nadie? ¿Sos un asesino serial? ¿Un violador a sueldo? Podés ser "conocido de" y serlo también... Una cosa no quita la otra. Me parece ridículo que sea la única manera de entrar (hablo de colegios laicos como católicos). Porque a fin de cuentas, tener un curriculum "espectacular", "impecable", y otra sarta de elogios que tuve que escuchar y que no sirvieron de nada, es lo mismo que no tener experiencia, porque al fin y al cabo si no sos "conocido de" no entras a una privada. Y si no tenés un puntaje de 35 pts, tampoco ingresas en municipalidad. Lo mismo pasa con el promedio. Tanto esfuerzo en mi formación como docente... Un 9, 48 de promedio final de los tres años de carrera ¿para qué? Si a la hora de mirar el curriculum, lo único que importa es que seas "conocido de". Y en la educación pública ni siquiera cuenta el curriculum.
Y entre pito y flauta tenemos a las instituciones educativas privadas que no formaban parte de la enseñanza oficial y cuyos educadores no forman parte del convenio docente por lo tanto cobran miseria en comparación con lo que debería cobrar un docente (que tampoco tiene un buen sueldo que digamos a plata de hoy), y hacen más trabajo del que corresponde. Son estos jardines maternales privados, de 45 días a 5 años en su mayoría, en los cuales las madres salen del hospital post-parto y ya depositan a sus hijos allí para que los eduquen porque ellas están muy ocupadas haciendo carrera y plata como para ocuparse de sus hijos y por eso los mandan los 365 días del año practicamente (ya que estos jardines no cuentan con receso invernal ni vacaciones de verano porque trabajan con colonia, motivo por el cual las docentes que trabajan aquí no tienen las vacaciones necesarias para un docente que hace un trabajo bastante especial y que pone en riesgo su salud física y mental y por ello requiere un merecido descanso como el que tiene), también los mandan enfermos y te dicen "le di ibuprofeno, cualquier cosa llamame", y si pueden dejarlos desde las 7 y media de la mañana hasta que cierra el jardín (18.30 o 19 horas, depende el caso), también lo hacen. Y encima de todo, las maestras que trabajan en estas instituciones no sólo no cobran lo mismo que un docente privado o municipal (cobran muchísimo menos), sino que no tienen ni antigüedad docente ni aportes jubilatorios correspondientes a la educación.
En síntesis, la educación en este país es una vergüenza, y los que están a cargo de gestionar la educación desde arriba de todo, no hacen nada para cambiarlo. ¿Por qué? Porque les conviene, total, esos que no tienen educación son los que el día de mañana a la hora de votar van a elegir a ver quién les regala más boludeces. Wi fi para todos, negrópolis, notebooks educativas, festejos innecesarios del bicentenario, planes para alimentar vagos y casas para los que no tienen ganas de trabajar y ahorrar para comprarse una.
VIVA ARGENTINA (es una ironía, cabe aclarar).
Necesitaba desahogarme por acá, dado que si lo hago público en facebook tengo muchos datos y me van a acusar de gorila subversiva y tal vez me vengan a buscar y me hagan desaparecer por pensar distinto.
¿Me suena a figurita repetida?
Ah, sí. En el 76 pasó lo mismo.

domingo, 19 de febrero de 2012

She's all...

Llegó y en seguida la divisó allí, sentada en una mesa del bar, con un cigarrillo encendido.
Estaba increíble, como siempre. Su mirada estaba perdida y su semblante sombrío, lo que le provocó un nudo en la garganta.
Al llegar a su lado, la saludió cordialmente, le tendió la mano y le preguntó si podía tomar asiento. Ella asintió con la cabeza y lo observó con disimulo. Se dio cuenta de ello, así que en seguida ella desvió la mirada.
Nervioso como estaba intentó sacar conversación, pero ella se mostraba serena y poco elocuente. Apenas si le dirigía la mirada. En el fondo, él sabía que no se atrevía a mirarlo porque no quería afrontar todos los sentimientos que aún sentía por él. Lo sabía. Pero él necesitaba que ella le sostuviese la mirada.
Sentía como si el puñal que llevaba en el pecho desde hacía tiempo lo estuvieran hundiendo aún más con cada silencio de ella, con cada mirada triste, apagada, con cada reprobación severa en sus ojos.
Aquellos ojos... ¿Cómo podían resultarle tan cautivadores siendo así, tan fulminantes como lo estaban siendo en esos momentos? Sin embargo la amaba, la deseaba con toda su fuerza, su cuerpo, y su corazón. Necesitaba rozar su mano con la suya, acariciarle la mejilla, el pelo. Que le dedicara una mirada, sacarle una sonrisa, hacerla hablar dulcemente como lo había hecho siempre.
Sabía que ella estaba dolida y que intentaba mostrarse fuerte e inflexible, pero que en el fondo no lo era y ella también estaba muriendo de dolor y conteniendo las ganas y la necesidad de un abrazo.
Un abrazo... Oh, si tan sólo sus brazos pudieran rodearla... Si apenas la dejara contenerla. Ella cabía perfectamente entre sus brazos y él se sentía tan a gusto apretujándola contra sí. Tenía la necesidad de aferrarla a sí y sentir que nunca, pero nunca jamás volvería a dejarla ir. Necesitaba que ella le diera esa seguridad, esa ilusión. No podía más con tanto dolor. Clemencia, piedad, redención, misericordia. Sabía que el corazón de la muchacha era grande y era capaz de perdonar. O no le importaba acaso, sólo quería tocarla. Su mano, su cabello, su rostro, sus labios... Esos labios que ansiaban un beso desesperado y salvador. Esos besos reconfortantes como los suyos; únicos y tan perfectos.
La amaba. No tenía dudas sobre eso. Y lucharía por estar con ella así significara hacer todo lo que no hubiera hecho jamás. No la soltaría nunca más, a menos que ella le dijera con seguridad y mirándolo a los ojos que ya no lo amaba y que no quería estar con él. Cualquier indicio de duda sería para él una señal de que valía la pena seguir luchando. Y él, conociéndola como la conocía, podía ver la duda en su mirada desde el momento en que llegó al bar. Y por eso estaba allí, para pelear por su amor, para recuperarla, para volver a amarla y hacerla feliz para siempre.
Aún conservaba la esperanza y sabía que era lo último que le quedaba.
Su corazón latía precipitadamente y la tristeza lo inundaba, pero allí estaba, junto a ella, que al fin le sostuvo la mirada... Y en ella vio comprensión, amor, perdón, consuelo.
Ella era todo lo que él necesitaba.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Amor se escribe con sangre


"Después, se limitó a abrazarla por un buen rato, mientras los grillos del exterior interpretaban su música. Finalmente, se movió.
- Ojalá te pudieras quedar aquí - susurró-. Ojalá pudieras quedarte aquí para siempre. Pero no puedes.
- Lo sé - respondió ella con voz igualmente queda.
Los ojos de ambos volvieron a encontrarse en silenciosa comunión. Había tanto que decir, tantas razones para estar juntos...
- Mañana - dijo ella; luego recostándose en su hombro susurró, - pase lo que pase, Stefan, estaré a tu lado. Dime que lo crees.
Su voz sonó baja, amortiguada por los cabellos de la muchacha.
- Ah, Elena, lo creo. Pase lo que pase estaremos juntos".


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"- Sólo existe - dijo ella - un modo de que anuncie al instituto que hemos roto. Y es si me dices que no me amas y no quieres volver a verme. Dime eso, Stefan, ahora mismo. Dime que no quieres estar conmigo nunca más.
Él había dejado de respirar. La miró desde su altura, con aquellos ojos verdes estriados como los de un gato en tonalidades esmeralda, malaquita y verde acebo.
- Dilo - le instó ella-. Dime cómo puede seguir adelante sin mí, Stefan. Dime...
Jamás consiguió finalizar la frase. Quedó interrumpida cuando la boca de él descendió sobre la suya."

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"- Entonces, simplemente tendremos que asegurarnos de que no puedan llevarlo a cabo. Pero incluso aunque no pueda, no voy a huir. No te dejaré, Elena; voy a quedarme y pelear.
- Pero te harán daño. Stefan, no puedo soportar eso.
- Y yo no puedo dejarte. Está decidido. Deja que me preocupe de lo demás; encontraré un modo. Y si no lo hago..., bueno, suceda lo que suceda, me quedaré a tu lado. Estaremos juntos.
- Estaremos juntos - repitió Elena, y apoyó la cabeza en su hombro, feliz de dejar de pensar por un rato y simplemente ser."

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"Pero al mirarla a los ojos aquella noche, vio comprensión. Perdón. Amor.
Su amor lo había curado.
Y fue entonces cuando él supo que jamás podrían estar separados.
Otros recuerdos afloraron, y Stefan se aferró a ellos, incluso a pesar de que el dolor lo desgarraba igual que unas zarpas. Sensaciones. El contacto de Elena contra su cuerpo, flexible en sus brazos. El roce de sus cabellos en su mejilla, livianos como el ala de una mariposa nocturna. La curva de los labios de la muchacha, el sabor que tenían. El increíble color medianoche de sus ojos..."

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"Toda la frustrada ternura de los últimos seis meses, toda la emoción que había mantenido encerrada en su corazón durante aquel tiempo, brotó en cascada, sumergiéndole. Ahogándolos a ambos. Bastó sólo un leve movimiento, y él ya la abrazaba.[...] Ella se estremeció en su abrazo; luego, con los ojos aún cerrados, alzó los labios.
No hubo nada frío en el beso. Hizo que saltaran chispas de los nervios de Stefan, fundiendo y disolviendo todo lo que había a su alrededor. Sintió que el control se deshacía, el control que él se había esforzado por conservar desde que la perdiera. Todo en su interior estaba siendo liberado violentamente, todos los nudos desatados, todas las compuertas abiertas. Sintió las propias lágrimas mientras la apretaba contra él, intentando fundirlos a ambos en una sola carne; un cuerpo. Para que nada pudiera volver a separarlos jamás."

Crónicas Vampirícas. Lisa Jane Smith.