sábado, 30 de julio de 2011

Una breve reflexión de lo mucho que vale lo propio

Hoy empecé a leer "El Diario de Ana Frank". Nunca fui muy amiga de los libros basados en hechos verídicos... para amargarme con la realidad, prendo la tele. Los libros tienen que ser mi distracción. Por eso a veces prefiero el género fantástico o los romances ingleses de época. Pero bueno, no iba a hablar sobre mis preferencias literarias en esta ocasión. Tal vez en otra, donde me sumerja en mi propia reflexión sobre qué géneros prefiero y cuáles aborrezco más para darme cuenta una vez más cuán contradictoria puedo ser a veces y qué gustos variados y extraños que tengo.
Pero no es este el caso.
Mientras leía, (no avancé mucho, no obstante, lo suficiente como para hacerme este planteo), se me vino a la cabeza una gran pregunta. Estaba recostada en mi cama y bajé un poco el libro de mi vista a fin de recorrer con la mirada todo mi cuarto en sí y me hundí en una gran reflexión.
Si tuviera que marcharme de casa mañana... ¿qué me llevaría hoy? Teniendo en cuenta que tengo que cargar un ligero equipaje y no que me estoy mudando o yéndome de vacaciones.
Y me quedé pensando y observando con cautela todo a mi alrededor. Por supuesto que me encantaría llevar todos mis libros. Me da rabia y angustia el sólo hecho de pensar en todos mis hermosos ejemplares y colecciones que conservo, algunos nuevos, otros muy viejos (eran de mi mamá cuando joven). Tendría que elegir sólo uno. En este caso, no sé cuál sería, pero seguro no tendría mucho tiempo para meditarlo. Calculo que "El principito" sería una buena opción.
Además de eso... ¿qué?
Música. Indispensable. ¿Pero dónde escucharla? Eso me acarrearía llevarme o mp3, pilas recargables y cargador, o celular y cargador (aunque como pertenezco a la generación del siglo XXI, éstos últimos me acompañan siempre dónde voy). Problema solucionado.
Anotador, cuaderno o cualquier cosa que me permita escribir, y algun par de biromes (siempre que las necesitas se te acaban o no andan bien, así que es mejor llevarse un resguardo).
Mi guitarra. Eso seguro. No importa cuánto espacio ocupe. No podría vivir sin ella. Ahora... tengo dos... ¿cómo se supone que hago para elegir? No podría elegir entre las dos. Sin duda, cada una tiene un significado y valoración distinta, pero a ambas las amo por igual. Ahí estaría ante un gran dilema.
Y luego... ¿qué más? Algún resguardo de mis archivos más importantes de la computadora (entiendan que aquí guardo mis más preciados pensaimentos, novelas, obras y demás escritos, así que es necesario conservar un resguardo en un medio extraíble para poder tenerlo conmigo). Por las dudas. Uno nunca sabe.
Tendría que ahondar más en la cantidad de cosas que conservo. Seguramente me llevaría unas cuántas fotos para llevar conmigo varios recuerdos. Pero ante la problemática de marcharse y poder llevarse uno un equipaje ligero, éstas son algunas de las cosas materiales que se me ocurren como indispensables.
Sin las demás, seguro que podría acostumbrarme a vivir, aunque con tristeza debido a que valoro mucho todo lo que tengo y por eso me cuesta tanto desarraigarme de todo lo que considero recuerdos o partes de mi vida.
Ya que estás leyendo, te invito a reflexionar a vos qué cosas considerás indispensables de todo lo que tenés... que pudieras cargar sólo con tus dos manos. Interesante ponerse a pensar en eso. A veces uno no se da cuenta cuánto quiere algo, hasta el momento en que ya no lo tiene consigo.

viernes, 29 de julio de 2011

Otro día más en la ciudad

Estaba en la fría vereda junto al poste aquel en el que se leía el número de la línea del colectivo que estaba esperando. Alzó la vista al cartel y luego suspiró. No tenía ganas de volver a casa. Se sentía demasiado abatida como para intentar fingir estar bien. Sin embargo quería ahorrarle la preocupación a los demás, causa de su melancolía y tristeza. Pero eso era inevitable. En su espíritu se notaba un dejo de decepción y angustia que le era imposible de disimular ante todo aquel que la conociera bien. Siempre solía ser una polvorita, alegre, entusiasta y animada. Y su malestar emocional se hacía notar en seguida. Era absurdo intentar ocultarlo. Por eso le pesaba las ganas de llegar a destino. Sin embargo, ahí estaba... se acercaba una unidad de transporte a su lado y no le quedaba más remedio que subirse, ya que a su favor, hasta había lugar para sentarse. No cualquiera puede darse tales lujos en la Ciudad en las horas pico donde el tráfico es abundante y el tránsito avanza con lentitud.
Al menos la larga duración del viaje atrasaría un poco el regreso al hogar y le daría un poco más de tiempo para serenarse y distraerse un poco, a fin de parecer sólo un poco cansada.
Abonó el boleto y tomó asiento al final del largo pasillo. Abrió apenas un poco la ventanilla para que el frío viento invernal rosara sus cálidas mejillas. No podía decidirse si escuchar un poco de música que la reanimara o continuar con la lectura del libro, que ya casi estaba por finalizar.
Luego de deliberar un poco, optó por escoger el libro como una mejor opción, ya que la música que sentía ganas de escuchar en ese momento, la hundiría más en la nostalgia y el desconsuelo. Así que abrió el ejemplar donde había marcado con el señalador y se sumergió en una reconfortable lectura que la alejó un poco de sus tristes sentimientos de aquella tarde helada de invierno.

jueves, 28 de julio de 2011

Otro punto de vista; embebida de su orgullo.

Sólo pudo decirle NO. Y ante esta negativa, tenía miedo de ella misma arrepentirse de haber tomado tal determinación de manera tan rápida y sin meditarlo antes. Si bien ya había pasado varias veces por su cabeza la idea de que podría llegar a hacerse tal propocisión, jamás creyó fervientemente que eso ocurriría. Sin embargo, ahí estaba, habiéndole rechazado aquella alternativa. O tal vez no era una alternativa sino una oportunidad. Una oportunidad a la felicidad.
No. De ninguna manera. No lo era. No podía serlo. Las ideas que ella tenía en su cabeza formadas de su persona, no podían permitirle atribuirle semejante característica. ¿Oportunidad a la felicidad? ¡No! Definitivamente no podía adjudicárselo.
Pero... ¿qué pasaba si en verdad eso fuera? ¿Habría posibilidades de...? Sacudió la cabeza. Quería deshacerse enseguida de esa abrsurda y trivial idea.
Sin embargo por su cabeza no podía encontrar ninguna otra cosa. Aquello era lo único que le daba vueltas y vueltas. ¿Habría actuado de manera impulsiva e irreflexiva? No podía dejar de hacerse esa pregunta constantemente. Cuánto menos quería pensar, más lo hacía y ahora era presa de su miedo y cautiva de su propia duda. ¿Sería muy tarde para arrepentirse?

miércoles, 27 de julio de 2011

Running away from pain when you've been victimized...

Corría por un pasillo oscuro que parecía interminable. Corría desesperadamente como si algo estuviera persiguiéndola. O como si algo estuviera ella persiguiendo. Pero miraba hacia atrás constantemente, cerciorándose de que no hubiera nada tras ella. Tenía una sensación extraña como de estar siempre en el mismo lugar a pesar de sus tantos intentos de escapar de allí y ver por fin algo de luz. ¿Hacia dónde iba? ¿Qué estaba buscando? Ni siquiera ella misma lo sabía. Sólo corría. Volteaba de vez en cuando y sentía una imperiosa necesidad de llegar hasta algún lado. ¿Pero adónde?
Siempre era el mismo escenario. El corredor parecía no tener fin y se hacía cada vez más oscuro y tétrico. Sintió miedo y presa de su propia adrenalina reunió todas sus fuerzas para correr lo más rápido posible. Sentía que estaba cerca de su objetivo, pese a no saber cuál era. Todas sus energías fueron en vano. El lugar cada vez se hacía más oscuro y más pequeño, estaba en un laberinto sin salida. Y sintiendo que algo venía tras ella, fue que tropezó y cayó al suelo. Tras escuchar algo que parecía una respiración agitada, fue invadida al instante por un ataque de pánico que había hecho temblar todo su cuerpo. Estaba al borde del llanto. Sintió que algo se le venía encima y quedó paralizada. Apretó fuertemente sus ojos, esperando lo peor.
Tan desesperada estaba que no pudo darse cuenta que aquella respiración era la suya propia. Y que de pronto, un silencio tranquilo colmó de paz aquel lugar. Poco a poco fue aflojando los músculos de su tensionado cuerpo y abrió lentamente los ojos. Tanteó un poco en la oscuridad para cerciorarse de que no hubiera nada allí, atenta a cualquier ruido. Consiguió tomar algo cerca de ella, pequeño. Lo presionó y aquel aparatito iluminó la habitación completa.
Pronto reconoció todo lo que allí se encontraba.
Era su cuarto. Tenía en sus manos un celular, que marcaban las 6 de la mañana.
Sólo había sido un mal sueño.

martes, 26 de julio de 2011

Orgullo o Vanidad

"En mi opinión - dijo Mary que presumía la solidez de sus reflexiones - el orgullo me parece un defecto demasiado común. He podido deducir, por la lectura de muchos libros, que la naturaleza humana es particularmente propensa a él y que son muy pocas las personas que se sienten satisfechas de sí mismas por razón de alguna cualidad imaginaria o real. Aunque las palabras se usen corrientemente como sinónimos, la vanidad y el orgullo son dos cosas muy distintas. Una persona puede ser orgullosa sin ser vanidosa. El orgullo se refiere concretamente al concepto que tenemos de nosotros mismos; y la vanidad al que quisiéramos que los demás tuvieran de nosotros". 

Austen, Jane. "Orgullo y Prejuicio" (1813).

lunes, 25 de julio de 2011

Quizás no quisiera.... siquiera merecérmelo....

De repente se sintió ahogado. Como si algo en la garganta estuviera obstruyéndole el aire. Esa horrible sensación volvía a aparecer... ¿A qué se debía esta vez ese vacío en el pecho?
Trató de recordar cuándo había sido la última vez que se había sentido así... A decir verdad, esa sensación la había experimentado en varias ocasiones durante la cruda infancia que le tocó vivir. Pero sólo ocurría en situaciones de angustia y desesperación... y la última vez que había sentido eso fue...
Sí. Aquella vez. Y era la misma que ahora. Tal vez un poco más distinta... el tiempo había pasado y las circunstancias habían cambiado. Pero la situación era la misma. 
Esa sensación extraña de sentirse vacío e incompleto. Como si una pieza de su cuerpo se hubiese perdido y ahora se daba cuenta... Después de un tiempo.
¿Sería tarde para arrepentirse? ... ¿Y si ahora el desenlace tenía un final distinto al de la otra vez? ¿Y si esta vez era para siempre? ¿Y si ya era imposible ir en su búsqueda? 
Un hilo de tristeza asomó a sus ojos. 
Miró por la ventana mientras la lluvia caía con violencia sobre la vereda rota. Alzó los ojos al cielo gris y deprimente. 
La lluvia no sería un obstáculo para él. No. Tenía que hacerlo. No importaba si ya era tarde. No iba a quedarse toda la vida pensando qué podría haber pasado. Necesitaba tener una respuesta. 
Tenía que decirle cuánto la extrañaba. Tenía que hablarle y decirle lo que sentía. Que su vida no era igual desde que se había ido, y que todo se hacía intolerable sin su fiel compañía. Tenía que vomitar todo lo que sentía... Tal vez podría servir de algo... Aunque sea de desahogo... Era preferible que ella lo sepa. Quizás no era del todo tarde... Quizás ella sentía lo mismo. Quizás podría perdonar su cobardía... quizás podría entenderlo... Quizás...
No. Definitivamente no iba a quedarse con la duda.
Ni paraguas, ni abrigo. Tomó sus llaves y se marchó a la calle, en su búsqueda. 

domingo, 24 de julio de 2011

Luchando con mí misma.

¿Qué hacer? ¿Para dónde correr? Si hacerle caso a la razón o al sentimiento. ¿Cómo se hace para decidir? Si esa decisión es algo egoísta... pero también es egoísta por la otra parte retener algo que no tiene sentido... Sin embargo ahí está... de alguna manera tiene sentido, de alguna manera hay un sentimiento... hay algo que está impidiendo la ruptura... no sé si llamarle sentir, pero definitivamente algo es. Sino, sería fácil decir NO, y dejar atrás todo, si de verdad no importara, si de verdad no sintiera. No es una decisión difícil. Sin embargo tampoco la toma. Entonces deduzco que aún existe algo que lo mantiene atado. ¿Qué es? Pues no sé cómo definirlo, pero al menos se que existe. Es una especie de consuelo. Sí. Tal vez así sea. Pero... ¿qué más da? Puede que sea cobardía... pero no quiero tomar esa decisión. Y sé que mi razón me dice que debo hacerla. Pero no quiero. No puedo. No soy tan fuerte como pienso. O tal vez sí lo sea. Pero no tengo ganas de serlo. No quiero hacerlo. Sigo luchando conmigo misma para tomar una decisión que no me animo a tomar y que no quiero tomar pero que mi cabeza me está obligando a hacer. Pero no sé por qué razón alguna vocecita en mi cabeza me dice que no puedo dejarlo solo y menos en este momento. Por más que no sienta lo mismo. La lealtad y la fidelidad es algo que se valora a fin de cuentas. Tiene que servir de algo. No sale de mí dejar solo a alguien cuando más lo necesita, aunque no lo pida. Si tengo que sufrir un poco... ¿qué más da? La vida tampoco es color de rosa, y al fin y al cabo el paso por acá es efímero. Si vale la pena o no, eso lo decidirá el tiempo. Mientras tanto, acá estoy.